
En lo alto de una colina en Zihuatanejo, Guerrero, se erige una construcción que evoca la grandeza de la antigua Grecia: el Partenón de Zihuatanejo. Este imponente edificio, inspirado en la arquitectura clásica, es testigo de una historia llena de excesos, corrupción y, más recientemente, de transformación cultural.
Construido a finales de los años 70 por Arturo “El Negro” Durazo, exjefe de la policía de la Ciudad de México durante el gobierno de José López Portillo, el Partenón refleja la desmesura y el abuso de poder de su creador. Durazo, conocido por su ostentación y prácticas corruptas, mandó edificar esta mansión en un terreno de aproximadamente 20,000 metros cuadrados, con un costo estimado de 700 millones de pesos de la época.

La propiedad cuenta con enormes columnas de estilo greco-romano, muros de cantera, pisos de mármol y una serie de estatuas de mármol blanco que representan figuras mitológicas como el David, Apolo, ninfas y guerreros dóricos. Además, se dice que en sus instalaciones había una discoteca, una alberca y una jaula que albergaba un felino en cautiverio.
Tras la caída en desgracia de Durazo en 1982, acusado de múltiples delitos, incluyendo extorsión y enriquecimiento ilícito, el Partenón quedó abandonado durante décadas, convirtiéndose en un símbolo de la corrupción y el despilfarro de recursos públicos.

En noviembre de 2024, después de años de abandono y disputas legales, el Partenón reabrió sus puertas al público, transformado en un centro turístico-cultural. La remodelación, impulsada por las autoridades locales y estatales, preservó la esencia arquitectónica del edificio, restaurando murales y esculturas, y habilitando nuevas áreas para actividades culturales.
Hoy en día, el Partenón de Zihuatanejo se erige como una atracción turística imperdible para quienes visitan la región. Además de admirar su arquitectura y conocer su intrigante historia, los visitantes pueden disfrutar de eventos culturales, exposiciones y talleres que se llevan a cabo en sus instalaciones.